La cuestión es si dejamos el proyecto para Cataluña en manos del PSC
Pero siendo importante el acierto en la elección de las personas y las
formas, son más trascendentes los problemas de proyecto que podemos reducir a y
representar en varias preguntas al estilo socrático:
¿Tiene el PSOE un proyecto para toda España?
¿También para Cataluña? o ¿el proyecto para Cataluña lo dejamos en
manos del PSC?
¿Es el PSOE un partido con vocación de mayorías y por tanto de centro-
izquierda, o desea convertirse en el representante de los estimulantes y
descabezados movimientos sociales que han aparecido al calor de la crisis
económica?
PSOE:
todo o nada
Me
conformo, de momento, con que el partido tenga un proyecto común para toda
España
Nicolas
Redondo Terreros 19 MAR 2013 - 00:01 CET
Hace
unas semanas, Alfredo Pérez Rubalcaba proponía, no recuerdo en qué ámbito,
cambiar las siglas del PSOE.
No
pasaron muchos días desde esta declaración cuando los diputados del PSC decidieron
apoyar en el Congreso con su voto la propuesta de CiU y otros partidos
nacionalistas favorable al inexactamente denominado “derecho a decidir”;
coincidiendo con la actitud levantisca de los diputados catalanes, su
secretario general, Pere Navarro, se expresaba a favor de la abdicación del
jefe del Estado.
Y
por si los socialistas no tuvieran suficientes dolores de cabeza ya, sus
compañeros gallegos toman la decisión de elegir su secretario general por medio
de unas elecciones primarias internas, en contra de los Estatutos del partido y
del criterio de la dirección federal, y las oscuras maniobras para conseguir la
alcaldía de Ponferrada, en la que la consecución del poder desplaza cualquier
principio ético, concluye en una crisis federal.
Todos
estos quebrantos me han hecho recordar un pasaje de La cartuja de Parma sobre
los partidos sin poder: “Como todos los partidos que no se hallan en el poder,
el de Raversi no estaba demasiado unido”.
Efectivamente,
el Partido Socialista se muestra descohesionado a causa de una pérdida de
poder tan abrupta como amplia. Pero la cuestión que se plantea no es tanto el
natural deshilachamiento del PSOE, sino si los síntomas son el reflejo de
problemas más profundos, más intemporales que los provocados por la siempre desagradable
reubicación en la oposición en la mayoría de Ayuntamientos y comunidades
autónomas de España, así como en el Gobierno de la nación.
No
tengo dudas sobre el gran valor político que representa el secretario general
de los socialistas, muy por encima de la mayoría de los que siguen en activo, y
la dificultad que entraña el desempeño de su responsabilidad en estos momentos.
Pero tampoco nadie puede dudar de que este crédito esté lastrado, como se
demostró en el debate del estado de la nación, por su muy dilatada vida
política y por la naturaleza secundaria de la misma. Sin embargo, el
discurso de los dirigentes socialistas que integran la dirección presidida por
Rubalcaba no se desliza lentamente por los meandros lentos y cadenciosos que
impondría la experiencia, sino que sorprende a la opinión pública oscilando
desde el infinito al cero, desde el todo a la nada, desde la utopía hasta el
tacticismo, y realizan sus grandilocuentes propuestas en ámbitos internos
inadecuados, convirtiéndolas en sucesivos “brindis al sol” que no merecen la
atención ciudadana.
Con
aparente coraje proponen el cambio de nombre de la organización fundada por
Pablo Iglesias, condicionando esta propuesta a que lo hagan el resto de los
partidos socialistas europeos. Total,
proponer lo máximo para quedarnos como estamos, porque veo difícil que en un
breve periodo de tiempo el SPD, el Partido Laborista británico o los
socialistas franceses abracen con entusiasmo la propuesta, preocupados más en
gobernar o en intentar hacerlo. Por el momento yo me conformaría con un
proyecto común para toda España, sobre el que no discreparan los socialistas en
materias tan fundamentales como la autodeterminación, con las mismas ideas, con
el mismo lenguaje, basado en la racionalidad ilustrada, sin incrustaciones
románicas y nacionalistas, parapetado en nuestra realidad y en nuestro tiempo.
La
cuestión es si dejamos el proyecto para Cataluña en manos del PSC
Pero
siendo importante el acierto en la elección de las personas y las formas, son
más trascendentes los problemas de proyecto que podemos reducir a y representar
en varias preguntas al estilo socrático:
¿Tiene
el PSOE un proyecto para toda España?
¿También
para Cataluña? o ¿el proyecto para Cataluña lo dejamos en manos del PSC?
¿Es
el PSOE un partido con vocación de mayorías y por tanto de centro- izquierda, o
desea convertirse en el representante de los estimulantes y descabezados
movimientos sociales que han aparecido al calor de la crisis económica?
La
situación política en Cataluña impulsada por populismos irresponsables
mezclados con una falta de inteligencia y de valor, ha desvestido el santo, ha
bajado de la peana un “protocolo” firmado entre el PSC y el PSOE que solo
funcionó cuando el PSOE era muy fuerte y sus dirigentes tenían una posición
prominente desde un punto de vista intelectual y político, es decir, desde 1977
hasta la dimisión de Joaquín Almunia; basta con recordar los conflictos
provocados por la negociación entre la Generalitat y ETA recién elegido
Zapatero, o la composición del último Gobierno de Montilla con el apoyo de ERC,
en contra de la opinión del presidente, que veía más razonable apoyar un
Gobierno de los convergentes liderados por Artur Mas.
Y
mientras no cambie la realidad catalana, determinada por el proceso independentista
impulsado por el presidente Mas y sus socios de ERC, no habrá remedios
indoloros para la relación entre los socialistas catalanes y del resto de
España, porque los primeros son prisioneros de la dinámica nacionalista. No es
que se rompa la última relación de Cataluña con el resto de España con el
quebranto de la sintonía poco isocrónica entre los socialistas hispanos,
justamente es lo contrario: la tensión provocada por los nacionalistas rompe
con estrépito las piezas más débiles del puzle catalán. Rubalcaba no debe
pensar que el tiempo solucionará el problema o por lo menos que lo ocultará;
cada día volverá a aparecer con ímpetu para avergonzar y restar crédito a los
unos en Cataluña y a los otros en el resto de España. La solución pasa por
renunciar a que el PSOE tenga un discurso propio en Cataluña a cambio de que el
PSC renuncie a sus derechos en Madrid, mejor en Ferraz, o que los socialistas
españoles sigan teniendo un discurso propio para Cataluña y vocación de
representar a los ciudadanos catalanes. Están en el mismo dilema que según Tito
Livio se le planteó a Roma en su día: “Vosotros pensáis que lo que se trata es
si se ha de hacer la guerra o no, y no es así. Lo que se trata es si esperáis
al enemigo en Italia o si iréis a combatirlo en Macedonia porque Filipo no os
permite escoger la paz”.
Nicolás
Redondo Terreros es presidente de la Fundación para la Libertad.
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