¿Una segunda transición? El País | Guillermo de la Dehesa
Estos son algunos de los serios
problemas institucionales, económicos y políticos que están aflorando en
España.
Primero, el sector
público es hoy demasiado grande para poder ser financiado con los ingresos
fiscales procedentes de sus ciudadanos y empresas.
Hay que luchar contra la evasión fiscal,
al estar el IRPF excesivamente concentrado en los asalariados, pensionistas y
autónomos y al ser la evasión del IVA todavía muy elevada.
En 2008, antes de la recesión, 18,65
millones de personas declararon por IRPF, pero solo 8.590 (el 0,046%)
declararon ingresos superiores a 600.000 euros; 87.300 (el 0,47%) entre 150.000
y 600.000 euros y 677.000 (el 3,63%) entre 60.000 y 150.000 euros.
Es decir, el 95,85% declaró rentas
inferiores a 60.000 euros y solo el 4,15% declaró rentas superiores a 60.000
euros.
En 2010, los declarantes de más de
600.000 euros cayeron a 5.189 y los de entre 150.000 y 600.000 euros a 67.744.
En 2012, la Comisión Europea ha
estimado que la economía sumergida en España alcanzaba el 19,2% del PIB y otras
estimaciones llegan el 25% del PIB.
Esta contiene actividades productivas
que evaden impuestos directos e indirectos, Seguridad Social, salarios mínimos,
etcétera, contribuyendo a que nuestros ingresos por IVA sean el 5,4% del PIB
frente al 7% de media de la UE.
A la sumergida hay que añadirle la
ilícita, compuesta por actividades delictivas (terrorismo,
contrabando de mujeres, niños, especies, órganos, drogas y armas, blanqueo de
dinero, prostitución, consumo de drogas) financiadas con billetes en euros y
dólares de alta denominación, cuyos propietarios no pueden ser detectados por
ser al portador.
Lamentablemente, en 2007, circulaban
en España el 36% de todos los billetes de 500 y 200 euros de la Eurozona,
cuando nuestro peso porcentual de su PIB total era del 11,9%.
Segundo, a esta
corrupción privada hay que añadir la política o pública, que afecta a aquellos
políticos, gobernantes y administradores públicos que abusan de su poder
vendiendo bienes públicos por debajo de su valor o dando concesiones
administrativas por encima de su valor, para obtener una ganancia privada o
partidista.
El índice de percepción de la corrupción
de Transparencia Internacional (2012) clasifica a España en el puesto 30 detrás
de Chipre y de Botsuana y por delante de Portugal, cuando la gran mayoría de
los países de la Eurozona están entre los 22 primeros, salvo Italia (72).
Corrupción privada y pública atañen a la
inspección fiscal, Policía, Guardia Civil y también a la justicia, que siendo
mayoritariamente eficiente, es excesivamente lenta, haciendo que muchos delitos
prescriban antes de llegar a la Audiencia o al Supremo, incentivando a muchos
delincuentes extranjeros a residir en España.
Tercero, el sector público es grande
y menos eficiente que en otros países europeos al solaparse en cuatro niveles
distintos de Administraciones públicas y necesita cuanto antes una profunda
reorganización de sus niveles y competencias.
En 2010, el 40% de nuestros 47 millones
de habitantes residía en 33 municipios de más de 100.000 habitantes, ocupando
solo el 1% del territorio nacional.
El 52% vivía en 83 municipios de más de
50.000 habitantes y el 68% en 252 municipios de más de 20.000 habitantes, pero
existen 8.114 ayuntamientos.
Siendo 168 ayuntamientos los que hacen frente
a la mayoría de las demandas económicas y sociales de los ciudadanos, son las
comunidades autónomas las que concentran el mayor poder de gasto, y la
Administración central quien concentra el mayor poder de ingreso.
También en 2010, el mayor gasto del
Estado lo hacían las autonomías (35% del total y 16% del PIB), seguidas de la
Seguridad Social (32% del total y 14% del PIB), de la Administración central
(20% del total y 9% del PIB) y de los ayuntamientos (13% del total y 6% del
PIB).
El mayor ingreso lo recaudaba la
Administración central (37% del total y 13% del PIB), seguida de la Seguridad
Social (33% del total y 12% del PIB), las autonomías (19% del total y 7% del
PIB) y los ayuntamientos (11% del total y 4% del PIB).
Esta asignación territorial de
ingresos y gastos debe modificarse para que los servicios de las
Administraciones públicas estén más cerca de las demandas de los ciudadanos y
para que cada Administración, especialmente las autonómicas, intente mejorar
sus propios ingresos fiscales recaudándolos de sus propios ciudadanos, en lugar
de vivir solamente de las transferencias de la Administración central, sin
recaudar incluso impuestos cedidos. Son los impuestos los que justifican una
representación política y no al revés.
El número de empresas públicas,
especialmente autonómicas y municipales, es desproporcionado y mayoritariamente
en pérdidas, siendo algunas más un sistema de generación de nóminas y dietas,
de colocación de políticos y de captura de rentas que un medio eficaz de
enfrentar necesidades económicas. Han proliferado las televisiones autonómicas,
financieramente insostenibles, perdiendo 1.600 millones en 2011.
Cuarto, en los
partidos políticos ha comenzado a primar el interés partidista sobre el
general. No han invertido recursos suficientes para mejorar la excelencia en
aquellos factores de producción intangibles (educación, formación,
investigación, desarrollo, innovación y tecnología) que generan ya la mayoría
del crecimiento de las economías avanzadas.
Muchos Gobiernos autónomos y locales
han primado la inversión en bienes tangibles, como suelo, construcción y
vivienda, porque, entre otras razones, podían llegar a generar una apropiación
de rentas al ser contratadas o conceder sus permisos.
Durante más de dos siglos, las cajas de
ahorro han sido fundamentales para financiar el desarrollo local, provincial y
regional español, mientras sus obras sociales aportaban servicios públicos
necesarios.
La Ley de Órganos Rectores de las Cajas
de 1985 intentó “democratizar” sus órganos de gobierno, obligando a que en sus
asambleas estuviesen presentes representantes de corporaciones municipales y
provinciales, impositores, empleados y la corporación fundadora. Finalmente, la
mayoría de miembros de sus asambleas, consejos y obras sociales han terminado
siendo políticos y representantes sindicales.
El resultado final es que de 46 cajas
existentes en 2009, hoy solo quedan 11 bancos de cajas, 3 de ellos
nacionalizados agrupando 12 cajas, y 2 cajas pequeñas.
Excluyendo aquellas Cajas cuyos
directores rechazaron determinados deseos de sus presidentes y consejos
(logrando mantenerse en sus puestos) muchas han terminado quebrando, siendo
fusionadas o compradas.
Durante la burbuja, las cajas aumentaron
un 25% sus sucursales y un 27% su personal, mientras los bancos los reducían en
un 5%.
Quinto, en los
interlocutores sociales, patronales y sindicatos, parte fundamental de la
sociedad civil, también prima su interés corporativo.
Han sido, en buena parte, responsables
de nuestros desmesurados niveles de paro, al no ponerse de acuerdo, oponerse o
impedir varias reformas laborales.
España es líder de la UE con 6.000
convenios colectivos, mayoritariamente provinciales que, hasta la reciente
reforma laboral, han provocado cierres masivos de pymes en cada recesión.
En lugar de organizarse a nivel
sectorial y nacional, como en la mayoría de la UE, lo están también a nivel
regional y provincial e incluso local, creando organizaciones excesivamente
grandes y costosas para su actividad real.
Además, cada uno recibe cientos de
millones de euros anuales de subvenciones procedentes de la cuota de Formación
Profesional y del Fondo Social Europeo, para facilitar la formación profesional
continua.
A pesar de recibir elevadas
subvenciones públicas, los sindicatos no publican todavía cuentas auditadas por
auditores independientes y la CEOE por vez primera ha publicado este año las de
2011.
En 2001, una inspección del FORCEM
por el Fondo Social Europeo mostró que una parte de sus subvenciones no había
sido invertida en formación profesional continua, exigiendo su devolución.
Para cambiar cuanto antes el rumbo de
estas graves y nocivas tendencias, la débil sociedad civil española debe reorganizarse
y los dos grandes partidos políticos deben promover, conjuntamente, cambios
legislativos y constitucionales.
Guillermo de la Dehesa es presidente del
Centre for Economic Policy Research (CEPR)
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