MANUEL MARTÍN FERRAND. ABC
(...) Entre los epígrafes que contiene la
gran reforma pendiente, sin la que pocas cosas tendrán solución, no es menor la
de los partidos.
Ana Mato es una anécdota poco divertida
y nada edificante; pero, según acaba de difundir el cachazudo Tribunal de
Cuentas, existen categorías para la irritación más honda del contribuyente.
En los pasados comicios de 2011, en
los que Mariano Rajoy llegó a La Moncloa, los partidos en liza gastaron, en su
conjunto, 65 millones de euros. Mas de 10.800 millones de pesetas para la más
fácil comprensión de pensionistas y otras personas que encuentran consuelo al
multiplicar por 166,3 sus escasas percepciones.
El PP abre la lista del disparatado
capítulo, con más de 20 millones, y sigue el PSOE con 19. Son cifras que, sobre
su valor irritante, incitan a la sospecha y reclaman una nueva y enérgica
normativa que, a falta de sentido común y de la mesura propia de la
inteligencia, limiten un gasto que procede -se supone- del Presupuesto.
Nuestro gran problema político, no
confundir con el económico, reside en la altanera prepotencia, elefantiásica y
gastosa, de los partidos. Esos 65 millones son un grito de alarma. Seis
millones de parados y otros tantos pensionistas en apuros, mientras se recortan
partidas de servicios públicos imprescindibles, ¿son moralmente compatibles con
el gasto electoral de los partidos? Será difícil que las ovejas lleguen a un
acuerdo para que no las muerda el perro; pero, sin recurrir a la autoridad del
pastor, es porque las ovejas no conocen la fuerza del rebaño.
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