Caciquismo, mediocridad inoperante
activa
Si leemos el diagnóstico que Joaquín
Costa hace de la España de 1899 (“Oligarquía y caciquismo como forma de
gobierno”), aquella España se parece demasiado a la España actual. Joaquín
Costa afirmaba que el régimen político existente en España era un régimen
oligárquico y caciquil. España, decía, estaba gobernada por una oligarquía de
“notables”.
Y por tal motivo afirmaba Costa que
España no era una nación libre y soberana; en España no había propiamente un
parlamento, ni partidos; lo que algunos hoy denominan “partitocracia”.
Pero si esto es ya reprobable, hay algo
que lo es muchísimo más, y de lo que también Joaquín Costa ya hablaba: el
régimen caciquil posee un elitismo perverso impide lo que más tarde Wilfredo
Pareto denominaría “la circulación de las elites”; en el régimen
caciquil los más capaces y los mejor preparados son apartados, es la
postergación sistemática, la eliminación y exclusión de los elementos
superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera
sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores;
violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de
todo estado mayor, confundida y diluida en la masa del servum pecus (Del latín,
significa rebaño servil) a la elite intelectual y moral del país, sin la cual
los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden.
España es una meritocracia a la
inversa. El actual régimen político selecciona a los peores y prescinde de los
mejores individuos, de las personas componentes de la sociedad española.
En el régimen caciquil oligárquico sólo
triunfan los peores. Para que “triunfen los peores” es imprescindible que esté
presente lo que los psiquiatras y psicólogos denominan “trastornos de
mediocridad”, el defecto, la ausencia, o inhibición de la presión por la
excelencia, en sus varios grados de intensidad.
La “forma más simple de mediocridad
inoperante” es prácticamente asintomática, y se caracteriza por una actitud de
híper adaptación y de falta de originalidad/creatividad de los individuos.
La forma más aguda, aunque no severa, de
mediocridad inoperante o pseudo-creativa, va acompañada de rasgos
pasivo-agresivos.. Y la forma más severa, denominada mediocridad inoperante
activa (MIA), es la forma más maligna, con exacerbación de las tendencias
repetitivas e imitativas, exagerada apropiación de los signos externos de
creatividad y excelencia, ansia de notoriedad que puede llegar hasta la
impostura, (pretender ser algo que no se es) y, sobre todo, intensa envidia
hacia la excelencia ajena, lo cual procura boicotear, o incluso destruir por
todos los medios a su alcance.
Me dirán que la mediocridad es una
característica común a todos los grupos humanos, que no es una cuestión
gravemente preocupante, y que la mediocridad incluso favorece la
conformidad, y, en muchas culturas, la conformidad asegura la felicidad de
muchos, si no de la gran mayoría de los individuos.
Y ciertamente así es, pero cuando
pasamos a hablar de quienes padecen un grado de mediocridad más aguda o severa,
estamos hablando de “palabras mayores”: Mientras que el mediocre simple sigue
razonablemente las directrices predominantes, sin esforzarse más allá de las
mínimas exigencias externas, en este segundo tipo están presentes elementos
pasivo- agresivos.
Al darle todo igual, al traerle al
fresco todo o casi todo, y no distinguir lo bello de lo feo, ni lo bueno de lo
malo, el mediocre inoperante no siente inclinación por propiciar progresos de
ningún tipo, y todo aquello en lo que interviene está condenado al estancamiento.
El mediocre inoperante produce y
estimula maniobras repetitivas e imitativas, es más proclive al consenso que al
descubrimiento, y prefiere lo trillado a lo innovador.
En la mayoría de los casos, esta
patología no tiene grandes repercusiones sociales, excepto cuando el mediocre
inoperante ocupa puestos clave o de cierta responsabilidad (el mediocre
inoperante suele estar bastante satisfecho de su inoperancia o pseudo
creatividad, siendo las personas de su alrededor quienes sufren las
consecuencias de sus actos) la organización que tiene la triste fortuna de
tener a un mediocre inoperante en cabeza, empieza pronto a dar muestras de
parálisis funcional progresiva, generalmente acompañada de hiperfunción
burocrática, con la que se intenta disimular la falta de operatividad.
Cuando la mediocridad inoperante ya es
severa, Mediocridad Inoperante Activa, el individuo afectado tiende a
desarrollar fácilmente una gran actividad, inoperante, por supuesto, acompañada
de un gran deseo de notoriedad y de control e influencia sobre los demás, que
puede llegar a revestir tintes casi mesiánicos (cuando un individuo afectado de
Mediocridad Inoperante Activa está presente en ambientes académicos, por otra
parte muy susceptibles a la infección por MIA, tiende a adoptar poses de
maestro, sin ningún mérito para ello).
Fácilmente puede llegar a encapsularse
–a la manera de un virus- en pequeños grupos o comités que no producen
absolutamente nada, pero que se asignan funciones de “seguimiento y control”
que les permite entorpecer o aniquilar el avance de individuos brillantes y
realmente creativos.
El MIA que tiene algún poder en
puestos burocráticos tiende a generar grandes cantidades de trabajo
innecesario, que activamente impone a los demás, destruyendo así su tiempo, o
bien intenta introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a
dificultar las actividades realmente creativas/productivas.
Por otra parte, el Mediocre
Inoperante Activo es particularmente proclive a la envidia, y sufre ante el
bien y el progreso ajenos.
Mientras que las formas menores de
mediocridad inoperante presentan simplemente incapacidad para valorar la
excelencia, el MIA procura además destruirla por todos los medios a su alcance,
desarrollando sofisticados sistemas de persecución y entorpecimiento. Ni que
decir tiene que entre estas formas de actuación destructiva se encuentra lo que
se denomina “mobbing” o acoso institucional.
Y, ¿Quiénes son los individuos que
corren riesgo de padecer mobbing? Pues los expertos consideran que existen tres
grandes grupos:
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1) Los
envidiables, personas brillantes y atractivas, pero consideradas como
peligrosas o competitivas por los líderes implícitos del grupo, que se sienten
cuestionados por su mera presencia;
2) Los
vulnerables, individuos con alguna peculiaridad o defecto, o, simplemente,
depresivos necesitados de afecto y aprobación, que dan la impresión de ser
inofensivos e indefensos;
3) Los
amenazantes, activos, eficaces y trabajadores, que ponen en evidencia lo
establecido y pretenden imponer reformas o implantar una nueva culturaLas
maniobras principales que el mediocre inoperante activo utiliza para el acoso
psicológico de su víctima son las siguientes:
a) Someterlo
a acusaciones o insinuaciones malévolas, sin permitirle defenderse o
expresarse.
b) Aislarlo
de sus compañeros, privarlo de información; interrumpir o bloquear sus líneas
de comunicación.
c)
Desconsiderar e invalidar su trabajo, distorsionar o tergiversar sus
actividades y comentarios, atribuirle motivaciones espurias o vergonzantes.
d)
Desacreditar su rendimiento, dificultar el ejercicio de sus funciones, ocultar
sus logros y éxitos, exagerar y difundir, fuera de contexto, todos sus fallos,
tanto reales como aparentes.
e)
Comprometer su salud, física y psíquica, mediante una constante presión
estresante que favorece las alteraciones depresivas, psicosomáticas, y actos de
huida que pueden llegar hasta la renuncia brusca al puesto laboral o al
suicidio. Lamentablemente todos nosotros tenemos un idiota cerca, estoy
hablando de la persona que, sea cual sea la razón, va intentar arruinarme el
día solo por deporte.
No hay que negar que existan, siempre
existieron y siempre van a existir, como las cucarachas.
Este tipo de personas tienen una enorme
capacidad para trasladar sus genes a otras, convirtiendo a los demás en idiotas
improductivos. Si a alguien le suena excesiva la denominación, he de decir que
no he encontrado otra que mejor defina a esta clase de ser humano (homo
stultus, mejor dicho) no obstante de lo que sí tengo certeza es de que, si ya
con leer estas breves líneas le vienen a la mente una o más de una personas, lo
mas probable es que estos consejos sean de utilidad. ¡Deseo que también los
tengan en cuenta quienes nos gobiernan, si aún no han sido contagiados con el
virus de la mediocridad inoperante activa!
Antes de finalizar, permítanme
señalarles algunas actitudes a adoptar, que les serán muy útiles para lidiar
con idiotas es: Primero de todo, identificarlos.
El
individuo mediocre inoperante activo es una persona “negativa”, ante cualquier
situación su respuesta será negativa, los problemas no tendrán solución, el
mundo se acabará ante el primer obstáculo. Lo malo no es que sea negativo, sino
que esto sea contagioso.
Imposibilidad
para “focalizar”, rara será la ocasión en que centre su atención en algo,
siempre tendrá algún problema que le impida realizar cierta tarea en concreto o
en su defecto encontrara alguna excusa para no hacerla.
Siempre
buscará defectos en otras personas. Su principal diversión del día será
criticarlas, lo cual se debe simple y llanamente a su carencia de vida propia,
es por eso que la crítica a terceros es su herramienta para subsistir.
Nunca
escucharás a esta clase de personas alegrarse por los logros de los demás,
nunca saldrá de su boca una felicitación para alguien que mediante su esfuerzo
logra cumplir sus sueños. En lugar de esto escucharás una serie de
razonamientos por los cuales esas personas llegaron a sus metas, seguramente,
haciendo cosas incorrectas.
Son
especialmente contagiosos: Y ésta es su principal característica, la más
importante de todas, y la más peligrosa.
La estupidez es contagiosa, si te rodeas
de idiotas probablemente termines siendo uno; y viceversa.
Es importante alejarse de ellos, como si
de una epidemia se tratara. Puede sonar cruel, “feo” pero es la pura verdad,
los idiotas contagian su nefasta mediocridad, ellos no buscan rodearse de gente
exitosa, no buscan la excelencia, no les hace sentir bien. Prefieren la
compañía de otros mediocres como ellos que, les permitan ver que su vida es la
mejor forma de vida, que “así” se está bien, que no se puede ser mejor.
Segundo paso: Mentalizarse
Cuando alguien está afectado de idiotez,
por lo general suele ser de manera crónica, son pocas las ocasiones en las que
los idiotas se curan, y se transforman en personas productivas, no voy a
afirmar que sea cosa imposible, pero la experiencia demuestra que la mayoría de
las personas afectadas de estupidez no tienden a cambiar.
Es necesario, imprescindible convencerse
de ello, no olvidarlo, y procurar alejarse de ellos y, así evitar que su
mediocridad nos contagie, más vale cuando uno se percata de la presencia de un
cretino, no contar con él absolutamente para nada.
Tercer paso y ultimo: Vacunarse.
Como lo más probable es que nos
encontremos con idiotas en todos lados, sea en el trabajo, en la calle, en la
familia, en los lugares más insospechados; es por lo que uno debe procurar
“vacunarse” para saber lidiar con ellos, ya que no es posible eliminarlos o
hacerlos desaparecer de nuestras vidas; solo podemos conocerlos y evitar que
alguna de sus características se nos pegue.
Y… ¿cómo vacunarse? Pues de la siguiente
manera:
Ignorándolos. Cuando un
estúpido se sienta ignorado, rápidamente huirá, e irá en busca futuras
víctimas. No llevándoles la contraria. Discutir, tratar de convencerlos de algo
es una pérdida de tiempo y de energías, no sirve de nada, ellos siempre ganarán
cualquier discusión, su objetivo es hacernos perder nuestro precioso tiempo.
La mejor
manera de ganar una discusión con un idiota es decirle que sí (como a los
locos) y centrarnos en nuestras cosas.
No
permitiendo que nos afecten.
El idiota
tiene una gran habilidad para atacar distintos flancos, es por eso que
probablemente en algún momento impacte en algún lugar que nos duela, y es ahí
donde podemos llegar a sentirnos desequilibrados.
No hay
que dudar, dejar entrar a una persona con estas características en nuestras
vidas será un error que pagaremos caro.
Si
reflexionan un poco sobre todo lo descrito, llegarán a la conclusión de que no
caben muchas más soluciones.
Y nunca
olviden que quienes pretenden enfrentarse, encarar un problema, buscan
soluciones, no buscan pretextos, y menos se dedican a crear “observatorios
inoperantes”.
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