martes, 25 de octubre de 2011

Como la vida misma

También que la organización comprensiva de la ESO está causando problemas serios y tensiones, especialmente en la enseñanza pública en la que se evidencia una sensación generalizada de malestar, de crisis y de conflicto.

Marchesi ha llegado a cuestionar la aplicación que se ha hecho del principio de comprensividad: “la esencia de la finalidad integradora y promocionadora de la ESO no radica, como nos parecía en los inicios de la experimentación, en una integración formal de todo el alumnado en las mismas aulas, durante todas las horas y en todo el currículo, sino en algo más fundamental que puede concretarse en tres aspectos: la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años, la integración de todos los alumnos en un mismo proyecto educativo global, y la existencia de un único título de salida de la etapa. Dentro de este marco común todo lo demás podría diversificarse”. (Alvaro Marchesi).

 “ (...) los alumnos de instituto son prácticamente analfabetos, desinteresados por dejar de serlo” aunque “las excepciones son, como siempre, a pesar de la legislación y de lo habitual” y esto “no deja de ser triste, lo más triste”. (Antonio Gala).

En la prensa leo: “si cada vez más padres, en cuanto tienen unas pesetas, tienden a preferir la enseñanza privada, es por la indisciplina y el desmadre que en la pública ha introducido la LOGSE y otra leyes. El que puede la rehúye, aunque sigue habiendo en ella excelentes docentes. Si ese desmadre se corta, volverá a potenciarse la enseñanza pública. Si no, ésta va a convertirse en una especie de Auxilio Social”.

En la sección de Cartas al Director de un períodico aparece la denuncia de doce alumnos de bachillerato: “Al querer aumentar el período obligatorio de estudios hasta los dieciseis años se ha bajado tanto el nivel y han desafavorecido tanto a los alumnos que queríamos seguir estudiando porque al llegar a primero de bachillerato y tener un programa más amplio y serio nos enfrentamos al problema de no saber preparar los exámenes con tanta materia y teniendo una formación de la ESO”.

Algunas de las muchas y variadas situaciones que se viven a diario en los centros de secundaria de la enseñanza pública en España. Y deben darse a conocer porque hasta ahora existe un grave desconocimiento de tales circunstancias.

En una clase de segundo de bachillerato, un grupo de alumnos entró en el aula pidiéndome (como profesor)  permiso para informar a sus compañeros sobre la conveniencia de sumarse a una huelga convocada en contra de la LOU que pretendía aprobar el Gobierno.
Me retiré al fondo de la clase y, sentado, escuche con atención lo que decían.
Uno de los informantes les dijo: “hemos hecho una ESO que nos ha hecho analfabetos, estamos haciendo un Bachillerato que nos hace ignorantes (no tenemos la preparación necesaria para hacerlo bien). Ahora no podemos consentir que este Gobierno nos imponga una universidad seria en la fracasaremos sin remedio”.
Recuerdo textualmente lo dicho porque lo anoté, primero porque no daba crédito a lo que escuchaba y segundo para poder comentar lo dicho al día siguiente con mis alumnos. Ninguno de los allí presentes rectificó tal argumentación del informante.
Hicieron huelga, al día siguiente de ésta, los que habían ido a la protesta, me preguntaron si les podría explicar lo que era la LOU.


Tengo en mi clase un alumno que repite tercero de la ESO. Ni atiende ni hace nada e impide el trabajo de sus compañeros. Los ejercicios que se le proponen los entrega en blanco sin ni siquiera leerlos.
Le sugiero que cambie de actitud y que aproveche el tiempo. Me responde: “no pienso hacer nada, he repetido este curso y ni usted ni nadie me impedirá que al año que viene esté en cuarto, aunque me suspendan todas las asignaturas de tercero pasaré de curso”. Y no está equivocado, efectivamente promocionará automáticamente a cuarto de la ESO, la legislación educativa vigente así lo establece.

Otro repetidor que ahora tiene quince años, este de segundo de la ESO. El año anterior suspendió todas las áreas, el precedente a éste también. Dice que no quiere estar en el instituto, que él lo que quiere es ir a trabajar y ganar unos cuantos “papeles” al mes para gastarselos en lo que le apretezca.
Ni trae material de trabajo ni hace nada de lo que se le indica. Se sienta en su silla y apoya la cabeza en sus brazos puestos encima de la mesa. A veces parece que duerme. Cuando se cansa molesta buscando que se le eche del aula o del centro, al no conseguirlo inicia una tertulia con el de atrás que está en la misma situación. Los dos dicen que están hartos de que “les coman la oreja”.
Intento “motivarlo” y me dice: “a mi me amargan la vida obligándome a estar aquí hasta los 16 años y yo les amargo la vida a ustedes” y “ustedes no pueden hacerme nada”.
Lo comento con su tutor y éste llama a su padres para hablar con ellos. A pesar de sus reiteradas llamadas, los padres no vienen. Un día, ante una nueva llamada de teléfono, el padre con enfado le pregunta al tutor: “¿usted no tiene otra cosa que hacer que molestarme?, yo les mando a mi hijo a la escuela, ¿qué más quiere que haga?. ¡Déjeme en paz que yo tengo mucho trabajo!”.
Como hasta final del próximo curso este alumno no cumplirá los dieciseis años, necesariamente promocionará de segundo a tercero, aunque suspenda todas las materias y no haya hecho nada de nada. El próximo curso seguirá amargado y amargando a cuantos le rodean contando los días que le faltan “para ser libre”.

Otra alumna que repite tercero de la ESO apenas sabe leer y no entiende nada de lo que lee, además se expresa con dificultad y apenas sabe escribir. Según parece su nivel “competencial” equivale al de un alumno de tercero de primaria de ocho años.
Ha ido pasando de un curso a otro aunque es incapaz de hacer nada de lo que hacen sus compañeros. En alguna de las clases la atiende la Profesora de Pedagogía Terapéutica en el instituto.
En una reunión del equipo educativo (de los profesores que dan clase en el curso de esta alumna) se plantea esta situación. Sugiero una pregunta: ¿cómo ayudar a esta alumna?.
El Orientador dice que no se lue puede hacer ninguna diversificación curricular por no cumplir los requisitos que la administración educativa exige para estos casos.
Casi todos los profesores coinciden en señalar que ni por su madurez intelectual ni por su capacidad ni por su retraso competencial puede seguir el trabajo del curso en el que que está y menos pasar al siguiente, pero que decirle ahora que jamás podrá titular ¡podría frustrarla! y su familia sentirse defraudada.
No se llega a ningún acuerdo y ni se le dice ni se hace nada. Por imperativo legal esta alumna al año que viene promocionará a cuarto.
Procuro ayudarle y un día esta alumna me dice en clase que cuando termine el bachillerato quiere ser maestra y que además piensa ir a la universidad.
Según tengo entendido sus padres piensan que todo va muy bien porque ya está en tercero y, hasta ahora, solo ha repetido dos cursos. Dicen además que es muy buena y muy trabajadora, que viene todos los días a clase y que se porta muy bien (¡Y es verdad!).

Una profesora me llama como profesor del guardia porque en su clase un alumno se ha bajado los pantalones y se niega a atender a sus advertencias. Estoy, junto a otros cuatro profesores más, en una guardia de pasillos intentando controlar la situación del instituto en una hora lectiva y la mañana está resultando complicada. Un compañero que hace la guardia conmigo me dice en la puerta de una clase: “¡qué susto si tuviera que ver a mi hija en un aula como ésta!.”
En ese momento pienso que muchos de mis compañeros de la enseñanza pública tienen a sus hijos en la enseñanza privada, también veo que están en la privada los hijos de los inspectores, de los cargos de la administración educativa, de los políticos e incluso, ¡gran paradoja!, de los profesionales de los sindicatos de clase en el ámbito educativo. Y me pregunto ¿por qué?.

Me entero que en el instituto de al lado un alumno de primero de la ESO llamó a su madre con su móvil para decirle que por favor viniera al instituto para rescatarlo porque ya no soportaba más a sus profesores y que éstos no le dejaban salir del centro. ¡Y la madre vino y se lo llevó!.

Una buena alumna de cuarto de la ESO la han ubicado en el nivel alto de matemáticas en los agrupamientos flexibles que pretenden atender a la diversidad de los alumnos, estudia pero le cuestan las matemáticas. Le dicen que tiene que trabajar más.
Otro alumno que sabe muchísimo menos que ella, y que es de su misma clase, está en el nivel bajo y apenas trabaja. Llega la segunda evaluación y a la alumna le ponen un insuficiente y a su compañero un notable. Desconsolada me dice que no es justo y que quiere estar en el nivel bajo para poder sacar un sobresaliente.

Un policía entra en mi instituto porque un grupo de alumnos le han arrojado tizas desde una ventana del centro, los localiza y denuncia a sus padres.
Poco después un anciano se queja de que unos alumnos le han insultado desde las ventanas del instituto.
Al día siguiente tres alumnos arrojan una mesa a la calle, por la ventana y desde un tercer piso, con la suerte de no haber caído encima de los que por ella pasaban.

El curso anterior los bomberos nos habían desalojado del instituto durante dos horas porque unos alumnos habían incendiado un baño y respirar en la densa humareda que invadía el centro podía tener graves consecuencias porque habían ardido algunos productos de la limpieza que se guardaban bajo llave en un armario.

Un alumno de segundo de la ESO presume ante sus compañeros de que el curso anterior fue anotado en treinta y dos ocasiones en el libro de incidencias de la Jefatura de Estudios y les desafía diciéndoles que este año logrará superar la marca del curso anterior.
Otro día más......

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